Luis Otero ha publicado recientemente en la revista muy interesante, un nuevo estudio: la oclusión dental tiene que ver con el control de
la postura y el equilibrio corporal.
El dolor
mandibular, los diastemas (cuando se abre un espacio entre dos
dientes contiguos, especialmente entre los incisivos y los
premolares) o el apiñamiento de los dientes son problemas que preocupan a dentistas y expertos en salud dental. Otro
problema recurrente es el de la oclusión, que no es otra cosa que la mordida o la forma en
que se contactan los dientes de ambas mandíbulas, superior e inferior. Pues bien, dos
nuevos estudios llevados a cabo por investigadores españoles y alemanes afirman
que la oclusión dental tiene mucho que ver con el control
de la postura y el equilibrio del
cuerpo en general.
Las investigaciones llevadas a cabo en colaboración entre el departamento de Fisiología de la Universidad de Barcelona y la Universidad de Innsbruck (Austria) confirman una relación estadísticamente no muy alta entre una mordida imperfecta y el control postural. Pero las cifras aumentan cuando se dan ciertas condiciones en el paciente, como la fatiga o la inestabilidad. Según Sonia Julià-Sánchez, autora principal de los trabajos e investigadora en la institución catalana, lo relevante del estudio es que la oclusión se ha relacionado con diferentes alteraciones motoras y fisiológicas. Los estudios, publicados en Motor Control y Neuroscience Letters, revelan que si se corrigen las maloclusiones y se lleva la posición mandibular a un punto neutro, se mejora el control postural tanto en equilibrio estático como en movimiento.
De ahí que pueda ser útil tanto para la población general como para los deportistas el corregir la oclusión dental para mejorar el control postular y evitar posibles caídas o desequilibrios por falta de reacción del sistema motor. Según la citada experta, el control de la postura es el resultado de un complejo sistema que incluye diferentes componentes sensores y motores que provienen de la información visual, somatosensorial y vestibular.
En los últimos años los científicos se han ocupado cada vez más de la relación entre el sistema estomatognático (el conjunto de órganos y tejidos que permiten comer, hablar, masticar, deglutir y sonreír) y el control de la postura. El vínculo puede tener una explicación neurofisiológica, pues existe una influencia recíproca entre el nervio trigémino y el núcleo vestibular, y entre los músculos masticatorios y cervicales. Esta influencia explicaría que las maloclusiones dentales perjudiquen el control de la postura. Pero hasta ahora las investigaciones no habían conseguido ser concluyentes. El problema deriva en que la mayoría de los estudios habían valorado el equilibrio de manera estática y en condiciones de total estabilidad, lo que en la práctica tiene poca aplicación real sobre el control de la postura en acción, apunta Julià-Sánchez.
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